Solicita la protección divina del Justo Juez con esta poderosa oración
Poderosa oración al Justo Juez para solicitar su protección. Los hombres dirán: "ciertamente hay recompensa para el justo, ciertamente hay un Dios que juzga en la tierra" (Salmos 58:11).
Preparación
Por favor, búscate un lugar tranquilo y relaja todo tu cuerpo. Toma aire profundamente y escucha con mucha atención.
Invocación al Justo Juez
Divino y Justo Juez de vivos y muertos, eterno Sol de Justicia, encarnado en el casto vientre de la Virgen María, por la salud del linaje humano. Tú que fuiste envuelto en un sudario y puesto en un sepulcro, del que al tercer día resucitaste, Vencedor de la muerte y del infierno. Justo Juez que moriste en la cruz por mi amor.
Petición y protección
Justo y Divino Juez, oye mis súplicas, atiende a mis ruegos, escucha mis peticiones y aleja de mi vida y la de mi familia todos los males que quieran perjudicarnos. Tu voz imperiosa se llenaba las tempestades, sanaba los enfermos y resucitaba los muertos. Tu voz ponía fuga a los demonios, haciéndoles salir de los cuerpos de los poseídos, dabas vista a los ciegos, hablabas a los mudos, oído a los sordos y perdón a los pecadores.
Libérame de mis enemigos
Justo Juez, te pido me libres de todos mis enemigos visibles e invisibles. Que la sábana santa en la que fuiste envuelto me cubra, que tu sagrada sombra me esconda y que el velo que cubrió tus ojos llegue a los que me persiguen y a los que me deseen mal. O Jesucristo, Justo y Divino Juez, favorece me en toda clase de angustias y aflicciones.
Protección y ayuda
Al invocarte y aclamar al imperio de tu poderosa y santa voz, las prisiones se abrirán, las cadenas y los lazos se romperán, los grillos y las rejas se quebrarán, los cuchillos se doblarán y toda arma que sea utilizada en mi contra no tendrá efecto. Verbo divino hecho hombre, yo te suplico que cubras con el manto de la Santísima Trinidad para que me libre de todos los peligros y glorifiquen tu santo nombre.
Acompañamiento y protección
Divino y Justo Juez, acompáñame en mi viaje, líbrame de todo peligro o accidente, defiéndeme de mis enemigos y socórreme en mis necesidades, en especial la siguiente que mucha angustia me trae.
Amado Jesús mío, Justo Juez, perfecto Mesías, prometido mártir por nosotros. He sido escuchado, mis favores concedidos, mis dolores calmados y mis miedos curados. Reconozco que mi gratitud es poca, que de amor soy pobre y mi petición es grande.
O justo Juez que en el amor vives merecedor, tú completas a mi favor, Tú respondes y pronta es tu respuesta.
Te ofrezco mi gratitud, mi pecado te regalo, mi rebeldía te entrego, mi maldad confieso. Justo Juez encarnado, Justo Juez crucificado, Justo Juez ajusticiado, Justo Juez resucitado.
Gracias por la vida, gracias por crearme, gracias por amarme, gracias por saciarme.
Mis miedos borraste, mi ofensa olvidaste, eterno es tu reino, santa es tu palabra. De madre sin mancha, de humilde linaje y esperanzador mensaje. Justo Juez perfecto, digno de recibir mis palabras de agradecimiento y mi oración en todo momento.
Tú que para decirte los maltratos y humillaciones más terribles que, siendo santo y puro, aceptaste con humildad los peores castigos. Tú que siendo el Rey de reyes, el que vive y reina sobre todo mal y toda la humanidad, acogiste sin murmurar ni reproche los más dolorosos golpes y entregaste todo por nuestra salvación.
Demonios y poseídos de ti huían por el poder de tu oración. Te volviste la salud a los leprosos, diste vida y pan a los que te seguían. Multiplicaste los peces y los panes para dárselos a la multitud. Abriste las aguas y por ellas caminaste. Te diste el día y la noche, la paz y la armonía. Tú, nuestro Juez justo sin reparo, acompañas a tu pueblo.
Que ni los caballos me alcancen, ni los espías me miren ni me encuentren. Que tu sangre me bañe, tu manto me cubra, tu mano me bendiga, tu poder me oculte, tu cruz me defienda y sea mi escudo en la vida y a la hora de mi muerte.
Sin limitaciones, lo entregas todo y cumples con tu promesa. Cuando un devoto a ti acude, no millas ni traiciones, no ofenden y lastiman. Tú nos enseñas por medio de parábolas, dejas tu herencia eterna en las sagradas escrituras y escuchas nuestras oraciones y acudes a nuestro favor.
No permitas que los obstáculos detengan mi camino, no permitas que mis enemigos me hieran con sus acciones, no dejes que la maldad se apodere de mi corazón. Líbrame del pecado e ilumíname por la senda del bien en la que la prosperidad y la dicha son posibles.
Oye mis ruegos y mis súplicas, y apiádate de este humilde servidor. Ayúdame e ilumíname en estos momentos difíciles para que mi fe se mantenga incólume en tu nombre, amado Jesucristo.
Si esta oración ha sido de tu ayuda, por favor, compártela. Alguien más puede estar precisando de ella.
Cada día una oración poderosa
Cada día, al despertar, dedica un momento para rezar y conectarte con Dios. Recuerda que ser feliz es un derecho que tenemos al nacer. A continuación, te presentamos algunas oraciones poderosas que te ayudarán a encontrar la felicidad en tu vida:
Oración de agradecimiento
Querido Dios, te doy gracias por este nuevo día que me regalas. Agradezco por todas las bendiciones que me has dado y por la oportunidad de vivir una vida plena y feliz. Amén.
Oración de fortaleza
Señor, dame la fortaleza y el coraje para enfrentar los desafíos que se presentan en mi vida. Ayúdame a superar mis miedos y a confiar en tu plan perfecto para mí. Amén.
Oración de esperanza
Dios bondadoso, te pido que renueves mi esperanza y mi fe. Ayúdame a recordar que incluso en los momentos más difíciles, tú estás conmigo y tienes un propósito para mi vida. Amén.
Oración de perdón
Señor, te pido perdón por mis errores y mis pecados. Ayúdame a aprender de mis fallas y a ser una persona más compasiva y amorosa. Amén.
Oración de paz
Padre celestial, te ruego que me llenes con tu paz que sobrepasa todo entendimiento. Ayúdame a mantener la calma y la serenidad en medio de las dificultades. Amén.
Recuerda que estas oraciones son solo ejemplos, puedes adaptarlas a tu estilo propio y a tus necesidades. El poder de la oración radica en la sinceridad y la fe con la que nos acercamos a Dios.